Blemmye’s Blog


Ahora sabréis lo que es correr de Dave Eggers

AHORA SABRÉIS LO QUE ES CORRER

DE DAVE EGGERS

Durante las primeras páginas de Ahora sabréis lo que es correr (Dave Eggers, 2002. Editada en España por Mondadori) tuve la impresión de que estaba ante otra payasada para tíos subversivos nacidos en los ochenta. Sin embargo, a medida que fui avanzando, que fui adentrándome en el relato, comprendí que la obra guardaba, bajo su sentido del humor en plan “colegas del barrio” y su  actitud punk, profundos mensajes muy en consonancia con la generación que retrata. Y que no era justo colocarlo en el mismo escalón que Palahniuk o Welsh porque su “efectismo” no es tan reiterativo ni tan pensado para los pseudo-rebeldes pajilleros que rara vez abren un libro.

 A lo largo de toda la novela los protagonistas imaginan cómo hubiese sido su vida al decantarse por una de las infinitas posibilidades, interesantes y emocionantes o todo lo contrario, que ofrece el capitalismo para sobrevivir y dedicar la mayor parte del tiempo.  El problema reside en que escoger una profesión, que siempre trae consigo un modelo de vida, significa rechazar otras. Significa dedicar el corto espacio comprendido entre la escapada del vientre materno y la muerte a una sola actividad, a un único “mundo”. Por mucho que les atraiga lo que hace un personaje, parecerse a él no les permitiría ser como otros. Esto les angustia. Es el motivo por el cual constantemente cambian de empleo y se hacen pasar por otras personas.

 Además todo lo consideran absurdo, como por ejemplo que su mejor amigo muriese atropellado por un camión o que los médicos no pudiesen salvarle. Tampoco ayuda que la empresa en la que trabaja el protagonista decida darle una buena suma de dinero por utilizar su figura, montado en una escalera y colocando una bombilla, como logotipo. Este inesperado capital es malgastado de modo doblemente absurdo: Dando la vuelta al mundo, acompañado de su camarada, en una semana. Sin rumbo, sin destinos prefijados. Un día en un sitio, al siguiente en otro. Así es como vencen su desazón existencial: Con el absurdo. Absurdo para paliar el absurdo. Son bastante radicales al respecto, pues en muchas ocasiones por culpa de su ilógico comportamiento se ven inmersos en situaciones peligrosas y por supuesto absurdas.

 Algo que para mí engrandece este relato es que se entienda su intención, su mensaje, casi al final. Se nos revela que vivir del modo en que lo hacen los protagonistas, también es un “modelo”, una “elección”. Para que lo entendamos usa el ejemplo de unos indígenas que, por sus creencias, se especializaron en desplazarse mediante saltos y piruetas, «con el fin de aligerar sus montañas». Cuando estos saltimbanquis se toparon con los conquistadores españoles, alegoría del imperio norteamericano y su modelo socio-econonómico, no lucharon, huyeron, “echaron a correr”. La recomendación es clara: “No luches contra una fuerza que te sobrepasa. Evítala”. He extraído algunas citas que son de lo más reveladoras. Quizá no se entiendan sin el conjunto del libro, pero para eso estoy yo:

 «-[…] Los saltimbanquis saben que la batalla está perdida.

  -Y se suicidan.

  -¡No! Qué va. Eso nunca.

  -Ah.

  -Jamás.

  -¿Entonces?

  -¡Echan a correr!»

 Me gusta especialmente esta cita porque ante la depresión, la incomprensión, el abatimiento, los recuerdos dolorosos, el saber que ciertas batallas no se pueden ganar, el “echar a correr” es una opción más divertida y válida que el suicidio, la consecuencia y salida fácil. Otra, muy cercana a la anterior:

 «-[…] Nunca permanecían mucho tiempo en un mismo lugar. No eran nómadas en sentido estricto, de ésos que a las dos semanas ya están haciendo otra vez las maletas, como los cazadores de búfalos indios o pueblos por el estilo, pero sentían gran curiosidad por otros espacios, sabían que existían otros mundos, así que cuando vieron a la gente aquella tan interesada por sus tierras no es que les hiciera mucha gracia, pero como tampoco tenían sentimiento de propiedad…»

 -Se fueron.

-Siguieron adelante. Continuaron el viaje. Quedaba mucho por ver.»

 En esta cita se justifica lo descabellado del viaje y lo de no ser realmente “nada”, que paradójicamente ya es ser “algo”. Es una posición muy yanqui, muy optimista. Dado que, queramos o no, estamos vivos, no como una ardilla sino como humanos, es decir, capaces de pensar y razonar; aunque estas mismas facultades nos aseguren que cuando la mierda nos llega hasta el cuello debemos hundir la cabeza y ahogarnos, aunque los demás quieran cegarnos quemando nuestros ojos con antorchas y arrebatar lo que es nuestro, lo que somos, el mundo ofrece, como ya se ha dicho, infinitas posibilidades que se pueden “saborear”, qué más da si mucho o de pasada. Y más si se ha nacido en un país “desarrollado”. Una de ellas es volar entre los árboles. Otra descubrir países aparentemente no muy atractivos, pero que de seguro guardan sorpresas. La locura es preferible al aburrimiento y la cutrez. A fin de cuentas, cualquier día un camión puede atropellarnos y acabar con nosotros. Cuando el protagonista descubre esto y lo entiende, sus pesares se aligeran y empieza a ver el mundo a través de mil coloristas mosaicos de vidrio.

 Pese a que lo que pueda parecer, no se pueden extraer excesivas citas de este libro. No es una sucesión de grandes, claras y hábiles sentencias. Funciona en su totalidad, invitando a la reflexión, lo cual manifiesta el talento narrativo de Eggers. Por último, comentar que no es apta para los dinosaurios que  se enfadan cuando alguien les recuerda que Marx ha pasado de moda y les gusta ensuciarse la lengua con el culete de Guy Debord.


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